Diario de una premamá (5)

CAMBIOS DE HUMOR.

He leído que durante el embarazo son frecuentes los cambios de humor.

No sé si eso incluye las ganas de meter patadas en las partes bajas, pero oye, ya tengo al menos un tercio de excusa. Cualquier jurado popular me absolvería si llegara a ejecutar mis pensamientos o al menos si pudiese articular palabra cuando me enfado. Porque sí, al cabrearme de adolescente gritaba, berreaba y aburría con speech largos, larguííísimos, a mis contrincantes. Luego, cuando empecé a currar, aprendí a morderme la lengua (un poco) pero desde que Lentejita está dentro de mí no es que me la muerda, es que tira de ella hacia dentro.

Al enfadarme empiezo a llorar de forma incontrolable (con hipo y mocos incluidos) y casi no puedo articular palabra (lo que además de improductivo queda poco serio y lamentable).


Mi primera y más reseñable explosión de llanto se produjo delante de un centro comercial. A plena luz del día, para que se vieran bien los ojos hinchados, las lágrimas y los mocos. Vamos, para ganar dramatismo y perder toda la dignidad.



El objetivo de la mañana era ir a buscar unas sillas. Estaba aparcando cuando un antiguo compañero reconoció mi coche y se acercó a saludarme.

¿Qué majo verdad? Sí, sí. En verdad lo hubiera sido si la empresa en la que coincidimos hace meses no me debiera dos sueldos y al habérselos reclamado, el susodicho (responsable de los empleados) no me hubiese echado a empujones de la oficina.

Fría, sin saber qué hacer, y echando cuentas para calcular cuánto queda para el puñetero juicio, el tío, hoy disfrazado de simpático y alegre peatón, se acerca como si nunca hubiese pasado nada grave entre nosotros (quizá mi caso sólo fue uno más para él) y me planta dos besos.


Uno por mejilla como diría Joaquín Sabina.

Lentejita empieza a tirar de mi lengua, porque la situación me empieza a ofender sobremanera. Me pregunta qué tal me va, si sigo trabajando. Le miento y le digo que sí, y me cometa que le da pena que la gente que se va de su empresa almacene tanto rencor como para no saludarle después. Al fin y al cabo él nos toma mucho aprecio.
Lentejita se revuelve y tira con más fuerza, pero acierto a decirle, aún sin sollozos, algo como que la gente no les odiaría si recibiese sus nóminas. Con las cejas enarcadas me contesta de forma resultona: Eres una persona inteligente. Si te dejaron algo a pagar es por algún motivo. Hay que ir más allá, no quedarse en lo superficial.”

Me dan ganas de patearle las pelotas.

Sin embargo, me abrazo la tripita, respiro, doy media vuelta y empiezo a andar hacia la gente que se amontona en la puerta principal del centro comercial. Burlón me grita: “ ¿Qué estás embarazada? tanto tocarte…” Lentejita da un último tirón a la lengua y la suelta de repente.

Me giro, roja, llorando y ya con hipo. “Sí” grito con orgullo aunque entre sollozos y me escondo entre la multitud.

“Sí, estoy embarazada y por tanto ahora me preocupo sólo de las cosas importantes y no de gente como tú” Eso era lo que le tenía que haber contestado leñe, me digo mientras empiezo a pasearme por el centro comercial.
Foto
http://cortijolosbarranquillos.blogspot.com.es/


Ando con furia y rapidez por los pasillos. Tengo que tener hambre porque por algún extraño motivo me imagino su cara en el cuerpo de un pollo para asar “Ibas a quedar jugoso polllito pienso “ porque iba a buscar la cebolla más grande de España para metértela por el ….” ( que voy a ser madre y que no debería pensar así, pero aprovecho hasta que llegue el parto).


Tras recorrerme en tiempo récord toda la tienda de muebles, por supuesto sin prestar atención, y al percatarme que hay algún cliente que otro que me mira con miedo, decido irme.




Habrá que buscar las sillas otro día.

Hoy hay que apuntarse a Yoga.


Cuando Lentejita nazca, me apuntaré con él a judo….

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