Diario de una premamá (1)

1. Y AL FIN DA POSITIVO.


Y al fin da positivo.
No me lo creo.

Ahí estoy, sentada a las cinco menos cuarto de la mañana en el wáter mientras una especie de bolígrafo me dice que mi vida, nuestra vida, va a cambiar radicalmente.

No me lo creo, las dos rayas, claras, precisas y que han aparecido casi instantáneamente no permiten dudas, y lo sé bien, porque me he leído las instrucciones unas mil quinientas veces en los últimos meses (durante el último año he pagado la universidad de alguno de los hijos de la empresa que fabrica las pruebas de embarazo). No llevamos un año intentándolo pero, a punto de cumplir ese aniversario empezaba a creer que algo no funcionaba. Que se me había pasado el arroz o el hecho de que fuera tan nerviosa impedía quedarme embarazada (lo que, de haber sido cierto, podría haber supuesto una auténtica revolución en el mundo de los anticonceptivos… No, al enterarse de ello el loby de las farmacéuticas me hubiera destruido).





Y ahí estoy, sentada, sin poder apartar los ojos de la prueba sin saber muy bien si ir corriendo con los pantalones en los tobillos a modo pingüino hasta la cama para despertar a Jota y gritarle que vamos a ser padres o guardarme el secreto, saborearlo unas horas en exclusividad, al menos hasta que haya amanecido. Decido vestirme y dejar al futuro papá dormir hasta las ocho de la mañana. Me tengo que dar prisa porque entre tanta indecisión se me han pasado los minutos que en el último mes he cronometrado y considero imprescindibles como para poder llegar al curro sin morir de sueño en el intento.


Llego a tiempo a la oficina, y como cada día, salgo corriendo desde el coche hasta la puerta porque sí, aún con 30 años me da miedo la oscuridad y siempre temo que haya alguien escondido en una esquina para intentar robarme o vete tú a saber qué.
Puede ser que tenga suerte.
Sólo voy corriendo cuando anochece o aún no ha amanecido. Las consecuencias de mi niñez y adolescencia, creedme, podrían ser peores.


Sola en la oficina, intento aparcar la gran noticia y concentrarme en el trabajo. Como siempre, enciendo las luces, la radio, el ordenador, espero a que se inicie, lo golpeo, zarandeo la CPU, me imagino a Jota diciéndome“apaga y enciende…”, me cago en alto y farfullo cuatro palabrotas. Se escucha un “buenos días” desde la puerta y desde entonces sé que mis juramentos contra el sistema operativo han de ser secretos, como la gran noticia que sé desde hace apenas unas horas. La mañana transcurre sin incidentes, salvo que, teniendo en cuenta que ése es mi último día de trabajo (la compañera a la que sustituyo se reincorpora mañana y yo vuelvo al paro) a la gente le extraña que vaya con una medio sonrisa dibujada en la cara. A lo largo de la mañana aprovecho para esconderme y pedir cita en el médico para mi primer día como parada. Al menos, voy a tener tiempo como para poder ir a la consulta… a las mías y a las de todas las vecinas si me lo piden.


Varias veces cojo el móvil para whatssapear a Jota y decirle algo como: “¿qué tal te va la mañana papi chulo?” pero descarto la opción. Ya es triste saber que vas a ser madre a través de un palito mojado en orina por lo que descarto la posibilidad de que se entere a través del móvil…y de ese mensaje hortera. Me lanzo y acepto el reto de informarle de su nueva condición de forma original y especial. En la pausa del café decido entrar en una tienda de regalos y buscar una típica taza que ponga algo como “para el mejor papá del mundo”, porque sé que lo va a ser, no porque mi originalidad esté bajo mínimos (eso me lo repito varias veces para autoconvencerme) pero mi búsqueda es improductiva y decido concentrarme en el curro. No vaya a ser que la cague el último día de trabajo y pierda el aprecio que me he labrado entre los compañeros en los últimos meses…


A las dos y media llega el turno de las despedidas, las típicas bromas sobre quién será el siguiente en enfermar y mi coletilla de “ y que lo haga pronto”… Acabo diciendo que tampoco hace falta que enfermen que con que alguien se quede embarazada me conformo (apostillo que los hombres también pueden solicitar la baja por paternidad) y sonrío… yo no tendré baja pero sí estoy embarazada y, aunque se lo quiero decir a todos en voz en grito, me callo. Quedaría feo que antes del padre, de mi familia y amigos, se enterara mi ya exjefe. Recojo y tras comer, voy a comprar algo con lo que pueda darle la buena nueva al orgulloso padre.



Dos horas más tarde estoy cansada, con hambre y agobiada. Dentro de poco Jota llegará a casa y no tendré nada con lo que darle la sorpresa. Decido meterme en elsupermercado para comprar algo de comer y decido adquirir un chupete de 0 meses… no será original pero al menos, sí útil en un futuro próximo. El problema es que no hay de colores neutros. O son rosas o azules… Me decanto por uno azul porque su logo es simétrico, bien estructurado… que narices, porque me gusta más y porque Jota está a punto de regresar de trabajar.





Al llegar a casa lo empiezo a envolver en la habitación y escucho como Jota cierra la puerta principal. Le digo que ahora salgo y él se tumba en el sofá. Como siempre,nuestras dos perras se tumban a su lado dejándome a mí con un centímetro y medio libre en una esquina para sentar mis posaderas. Decido sentarme en el suelo y ofrecerle su regalo. Lo empieza a abrir sin incorporarse, lo hace con cuidado, lento… muy lento, al menos para mí que intento no perderme ni un detalle de su reacción, pero he de pestañear, se me están secando los ojos con lentillas incluidas. Cuando abro los párpados su cara ha cambiado completamente. Se le ha dibujado una sonrisa de oreja a oreja, la sonrisa más bonita que jamás le he visto. Sus ojos van del chupete a mi cara y de mi cara al chupete. “¿Estás segura?” indaga. “Segurísima” le respondo. Sigue adornándole la cara su mejor sonrisa. La sonrisa más bonita que he visto.





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