SINDROME DE DIOGENES
Quedo con un par de amigas en Gijón para enseñarles la
barrigota y para ilustrarme en el amplísimo mundo de la maternidad ya que una
de ellas ha tenido a su segundo pequeño hace apenas 4 meses. Entre el millón y medio de cosas que me
cuenta (y que me apunto por su pragmatismo) varias de ellas se me graban a
fuego en la mente:
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1. El
hospital en el que me toca dar a luz, hablando mal y rápido, es una “mierda pinchá en un palo”. A esta conclusión llego tras escuchar que
todas las habitaciones son compartidas y que en toda la planta sólo hay dos
butacas para que los acompañantes duerman. El consejo de mi amiga (de aquí en
adelante “GacetaInformativa”) es que
Jota solicite una de ellas nada más nacer Lentejita, ya que se ve que están muy
codiciadas (lo que no es de extrañar teniendo en cuenta que las otras opciones
son dormir o en una silla o en el suelo.
Se ve que muchos padres salen de ese hospital como zombies malhumorados incluso
cuando su bebé apenas ha llorado)
2. Me va a dejar su sacaleches.
2. Me va a dejar su sacaleches.
3. A la hora de comprar el carrito, tengo que tener en cuenta no sólo el tamaño de mi maletero, sino también el del ascensor (¿parece lógico verdad? Pues ni en mil años hubiera reparado en ese detalle tan importante)
4. Las empresas de productos específicos para bebés dan muestras gratis para que antes de dejarte los cuartos, al menos testes si te van a resultar prácticos o no.
Gratis. Palabra mágica. Llego a casa y me pongo a indagar en
internet. Es cierto. Aunque muchos de los establecimientos que me ha nombrado
GacetaInformativa han dejado de proporcionarlas por la crisis. Sin embargo hay
unas cuantas páginas en las que te dan a probar cremitas y pañales, además de
algún chupete o bibe. Me empiezo a dar
cuenta de que a partir de ahora tendré que hacer un pormenorizado estudio de
mercado de cada producto antes de adquirirlo teniendo en cuenta la variedad de
modelos, materiales, precios y calidades… Aunque claro, para muchos de ellos
debo esperar a que Lentejita se personifique. Al fin y al cabo, es él quién los
va a usar.
Me paso la mañana en Internet, solicitando muestras de
cremitas y toallitas para el culete cuando descubro otro gran universo: las
charlas premamá que dan los grandes centros comerciales. Tras varias horas en internet ya he perdido cualquier atisbo de control
sobre mi voluntad y me dejo llevar por lo que he venido a denominar “el
síndrome de Diógenes de las Canastillas”. Charla en la que me prometen muestras
de productos, charla a la que me apunto. Al fin y al cabo (me digo) ya he prostituido mis datos personales
pidiendo muestras gratuitas.
Cuando llega Jota a casa me da hasta vergüenza contárselo.
Aunque me dura pocos días. Concretamente hasta mi siguiente consulta con la
matrona en la que “me capta” para las clases de premamá.
Según me
informa, mi “cole de mami” empezará a
finales de Julio por lo que teniendo en cuenta que salgo de cuentas el 22 de
Agosto, será imposible graduarme. Le pregunto que si no puedo empezar con otro
grupo antes, que me interesa mucho asistir a las clases. “Es que me voy de vacaciones”, contesta. Mi cara ha de ser de
asombro porque sin decir nada se justifica hablando de los recortes en
sanidad…De acuerdo, pienso, le diré a Lentejita que se quede dentro una quincena
de vacaciones adicional para poder terminar el curso.
Cuando salgo del consultorio me acuerdo de las tres charlas
a las que me he apuntado. Algo aprenderé o adelantaré, pienso. Y así es. Todas
me resultan motivantes, interesantes y prácticas. También sorprendentemente
concurridas. No sabía yo que la mitad de Asturias estuviese embarazada de más
de cinco meses.
A la primera de
ellas, llego tarde, y al entrar al centro comercial me dirijo a una dependienta
para preguntarle por la charla. No hace falta, al ver mis dimensiones me sonríe
y me dice “Primera planta, a la derecha
de los carritos está la sala de conferencias”. Al entrar en la habitación,
entiendo la reacción de la dependienta. Hay como treinta preñadas que se miran
unas a las otras. Y no a los ojos, no, sino a las barrigas. Yo también lo hago
y me pregunto de cuánto estarán alguna de ellas… Mi panza parece diminuta a
comparación con otras, y tengo miedo. No sé si podré llevar tanto peso alguna
vez. Me giro y veo a una muchachita
delgada y pálida que mira fijamente mi panza. Ella también se está comparando
conmigo, y a ella también se le nota el miedo. “No nos queda ná”, pienso.
Tras la charla (en la que cojo hasta apuntes), las treinta
Gordillas nos quedamos quietas, como que no quiere la cosa, hasta recibir
nuestras respectivas canastillas. Una
vez en mano, salimos todas en estampida.
Y ésta última palabra no ha sido elegida al azar.
6 Comentarios sobre el post
No lo sabía! Para el próximo embarazo me apunto a la charla! Ya nos contarás que tenía la canastilla. Un besazo guapa!
ResponderEliminarHay post pendiente de todas las canastillas, jejejeje. Besos!
EliminarEl carrito y el tems del ascensor super importante. Y tambien pata pasar por las puertas estas raritas giratorias a veces los carros son demasiado altos
ResponderEliminarLo de las charlas esta genial.
Y lo de apuntarte a cosillas por internet tambien porque luego te siguen mandando muestras según la edad
22 de agosto sales de cuentas ya mismo!!!!
Ya nació el peque! El 28 de julio (un poquito más abajo está la entrada que lo cuenta, en lo más leído del mes), jajajajaaja. Se adelantó 25 días! Un besote!
EliminarYo me apunté a todas las promociones, muestras, canastillas habidas y por haber! Es más, ahora que ha nacido el peque si vas a Caprabo te dan una muuy molona. Lo del carrito yo tampoco lo pensé, ¡son demasiadas cosas! al final recé para que cupiese en el ascensor y no hay problema, solo nos espachurramos contra las paredes y listo! Besotes!
ResponderEliminarJajajaja, al menos cabéis! Lo de las canastillas es un viciooooo! Jajajajajaj! Besos!
EliminarY tú, ¿qué opinas? ;)